REPORTE:” INTELIGENCIA ECOLOGIA “
Autor: Daniel Goleman
Título del libro: "Inteligencia Ecológica “
Editorial: Vergara
Editorial: Vergara
N° de páginas: 293
Edición: 1° edición, Abril, 2009
Protagonista: Daniel Goleman
Ambiente Psicológico: Crear conciencia
Edición: 1° edición, Abril, 2009
Protagonista: Daniel Goleman
Ambiente Psicológico: Crear conciencia
Argumento:
Daniel Goleman, el famoso e influyente psicólogo estadounidense autor de “Inteligencia Emocional”, que es el libro de ensayo más vendido en el mundo y en el que demostró que el manejo de nuestras emociones (EQ) puede ser un factor tan decisivo o más que el coeficiente de inteligencia (IQ), llega ahora con un nuevo libro y concepto: “Inteligencia Ecológica”.
Goleman considera que el conocimiento sobre los efectos de aquello que fabricamos, vendemos o compramos puede ayudarnos a tomar decisiones acordes con nuestros valores. Este conocimiento, a su vez, influirá de forma positiva en nuestro propio futuro y en el futuro del planeta. El especialista destaca que la inteligencia ecológica debe ser desarrollada y aplicada por todas las personas, tanto los jefes de compras de una empresa como los consumidores. Mientras es necesario que las compañías tengan en cuenta los posibles impactos de sus procesos, los consumidores deben adquirir aquellos productos que respeten el futuro de la humanidad.
Con la inteligencia ecológica, asegura Goleman, la actividad comercial corregirá su rumbo y cada persona se transformará en un jugador activo para determinar el curso del mundo, de la salud y del destino común de todos los seres humanos. En definitiva, la nueva propuesta de Goleman busca formar sujetos solidarios, que comprendan que sus decisiones afectan la vida del resto de las personas y del ecosistema.
“Inteligencia Ecológica” es la culminación de un discurso que comenzó en el individuo y su introspección, siguió con lo social y ahora incluye a la Tierra.
La inteligencia ecológica es una inteligencia colectiva, extensión de la inteligencia social, ya que supone empatía con las personas, con los demás seres vivos y con los ecosistemas. Esta inteligencia es compartida ya que afronta numerosos y complejos desafíos, de ahí que requiera de la voluntad de trabajar juntos con un objetivo común. Independientemente de que seamos un simple consumidor, el jefe de compras de una empresa o un director de producto, el conocimiento del impacto ecológico de lo que adquirimos, fabricamos o vendemos es fundamental para tomar decisiones más acordes con nuestros valores y, así, influir positivamente en nuestro futuro y en el del planeta.
Para los consumidores, la inteligencia ecológica es la llave que nos permite inclinar la balanza del mercado hacia ingredientes, tecnologías y diseños que respeten nuestros valores. Para las empresas, la inteligencia ecológica significa modificar los procesos industriales teniendo en cuenta sus consecuencias medioambientales.
La revelación ecológica nos abre un horizonte económico hasta ahora inédito que consiste en implantar una regulación que aporte transparencia al mercado y nos permita conocer el impacto oculto de nuestras compras. De ese modo, los consumidores tendremos una detallada información sobre el impacto de nuestras decisiones, muy parecida a la que emplean los analistas de mercado para ponderar los beneficios y las pérdidas de las empresas.
Para las empresas, la inteligencia ecológica significa modificar los procesos industriales teniendo en cuenta sus consecuencias medioambientales. Así, las empresas que apuesten por la sostenibilidad se verán recompensadas, mientras que las que se resistan al cambio tenderán a desaparecer.
La actividad humana se ha convertido en la principal causante de la crisis que afecta al planeta Tierra y a sus habitantes. Es claro que todos participamos en actividades que, de manera inexorable, ponen en peligro el nicho ecológico que alberga a la vida humana. El impulso de la inercia de nuestras acciones pasadas continuará durante décadas o incluso siglos, pues todos los productos químicos tóxicos que se infiltran en el agua y el suelo, así como la acumulación de gases de invernadero seguirán cobrando una cuota durante años y años.
Nuestro mundo de abundancia material tiene un precio oculto. No podemos saber en qué medida las cosas que compramos y usamos conllevan otros costos, el daño que le causan al planeta, sus efectos para la salud de los consumidores y sobre las personas cuyo trabajo hace posible nuestra comodidad y satisfacción de necesidades. Se sabe que cada una de las cosas que adquirimos tiene su propia historia y su propio futuro, la parte de la historia anterior a nosotros en gran parte oculta a nuestra vista una inmensa red de impactos abandonados a lo largo del camino desde la extracción inicial o la mezcla de sus ingredientes, durante la fabricación y el transporte, a través de las sutiles consecuencias de su empleo en nuestros hogares y lugares de trabajo hasta el momento en que nos deshacemos de ellas.
Nuestras tecnologías de fabricación y los proceso químicos que intervienen en las mismas fueron en su mayor parte elegidos en tiempos más inocentes, en una época en que tanto los compradores como los ingenieros industriales podían darse el lujo de ignorar o prestar muy poca atención a los efectos adversos de lo que se fabricaba.En los siglos XIX y XX, todos se sentían comprensiblemente complacidos de los beneficios de la industrialización. Electricidad generada a través de la combustión de carbón, en cantidades suficientes para durar siglos y siglos; plásticos baratos y maleables de un mar de petróleo en apariencia interminable; un verdadero tesoro de compuestos químicos sintéticos, polvo de plomo casi regalado para dar mayor brillo y vivacidad a las pinturas. Nuestros antecesores no tenían ni la menor idea del costo que todos esos productos bien intencionados tendrían para nuestro planeta y sus habitantes.
En el ambiente de negocios del pasado los productos y procesos químicos industriales que seguimos utilizando hoy en día resultaban lógicos y tenían sentido, pero muchos de ellos han dejado ya de tenerlo. En todo el mundo nuestros hábitos de consumo están generando un déficit ecológico a una velocidad sin paralelo en la historia de la humanidad, lo cual se busca contrarrestar con la ecología industrial.
Ecología industrial: disciplina que nació en 1997 y que se dedica a efectuar el análisis para cuantificar el efecto que tienen los productos fabricados por el hombre sobre la naturaleza integrando la química, la física y la ingeniería con la ecología. Incluye aspectos tan diversos como el cálculo de las emisiones de CO2 de todos los procesos industriales o el análisis de flujo global de fósforo, hasta la manera en que el sistema de etiquetas electrónicas puede optimizar el reciclaje de la basura y las consecuencias ecológicas del auge de los baños de lujo en Dinamarca. En el siglo XXI ya es imposible desconocer las investigaciones sobre el cerebro y la neurociencia que estudian las decisiones de compra y nos dicen por qué las reacciones emocionales de los consumidores a los efectos ecológicos de los productos deben ser tenidas en cuenta, pues son importantes para las ventas.
En el ámbito emocional, para que el negocio sea bueno, es preciso tener buenas relaciones, así que los vendedores, al mostrarse preocupados por la ecología hacen que sus clientes sientan que también se preocupan por ellos. La mayor coincidencia de los valores de los consumidores con sus decisiones de compra hará que la lucha por conseguir una ventaja competitiva sea más encarnizada y se convierta en una oportunidad financiera más sólida y prometedora que nuestras actuales estrategias “verdes” de mercadotecnia. A medida que el conocimiento producido por la ecología industrial llegue a nuestras manos, entraremos en la era de la transparencia radical. La transparencia radical introducirá una claridad en cuanto a las consecuencias de las cosas que hacemos, vendemos, compramos y descartamos que se vaya más allá de lo que muchos negocios hoy en día consideran aceptable y cómodo. Le dará una nueva forma al ámbito mercadotécnico que hará posible la mejor recepción de la enorme variedad de tecnologías y productos más limpios y ecológicos que están ahora en fase de investigación y creará un incentivo mucho más grande para que todo el mundo se decida a comprarlos.
La solución a la actual crisis ambiental estriba en incrementar nuestra inteligencia ecológica, la comprensión colectiva de los efectos ecológicos ocultos y nuestra determinación para mejorarlos, poniendo a disposición de los consumidores la información relativa a los efectos que tienen los productos. Juntos podemos actuar de manera más inteligente con respecto a los efectos ecológicos de nuestra manera de vivir y cómo la inteligencia ecológica aunada a la transparencia del mercado, pueden crear un mecanismo de cambio positivo.
La solución a la actual crisis ambiental estriba en incrementar nuestra inteligencia ecológica, la comprensión colectiva de los efectos ecológicos ocultos y nuestra determinación para mejorarlos, poniendo a disposición de los consumidores la información relativa a los efectos que tienen los productos. Juntos podemos actuar de manera más inteligente con respecto a los efectos ecológicos de nuestra manera de vivir y cómo la inteligencia ecológica aunada a la transparencia del mercado, pueden crear un mecanismo de cambio positivo.
Los consumidores y las empresas, al tomar sus decisiones de compra y producción, no pueden seguir dándose el lujo de no examinar a fondo las consecuencias ecológicas relativas a sus productos y procesos. Si el conocimiento que hoy en día es propiedad exclusiva de especialistas como los ecologistas industriales, estuviera a disposición de todo el mundo: si se les enseñara a los niños en la escuela, si pudiéramos tener fácil acceso al mismo a través de la Internet, reducido a evaluaciones fáciles de entender de las cosas que compramos y hacemos, si pudiéramos tener un resumen cuando estamos a punto de comprar algo, estaríamos incrementando nuestra inteligencia ecológica.
Una vez que conozcamos los verdaderos efectos de nuestras decisiones de compra, podremos utilizar dicha información para acelerar el ritmo de los cambios y usarlos para bien. Si conocemos mejor los efectos que tienen los objetos que utilizamos y aprovechamos dicho conocimiento para orientar nuestras decisiones de compra, tendremos mayor poder para influir en el mundo del comercio y la industria, beneficiando al futuro al fortalecer nuestra voluntad colectiva de proteger al planeta y a sus habitantes de los daños involuntarios del comercio.
En la medida en que podamos basar nuestras decisiones en información completa y exacta, el poder se transfiere de los que venden a los que compran, ya sea que se trate de un ama de casa en el mercado, del encargado de compras de una empresa o institución o del gerente de una marca, podemos convertirnos en los arquitectos de nuestro destino y dejar de ser víctimas pasivas. Por el simple hecho de ir a la tienda, podemos elegir bienes y servicios con con-ciencia ecológica. La elección informada impondrá nuevas exigencias a los ingenieros, químicos e inventores actuales. La agudización de la inteligencia ecológica propiciará cambios positivos en los procesos industriales utilizados para fabricar todos los artículos que compramos. Con mayor inteligencia ecológica, las empresas verían con mayor claridad la ventaja competitiva que ofrecerían las mejoras ecológicas mucho más profundas que las que se consideran normales hoy en día.
Cometario:
Las ventajas de poseer esta competencia lectora estriban en la facilidad para comprehender los argumentos que plantean los autores al sustentar sus ideas nuevas o hipótesis a demostrar así como la facilidad para exponer a otros las propias hipótesis, propuestas de innovación, defensa de pensamientos mediante relaciones nítidas, de impacto cognitivo y emocional para convencer al lector o al escucha de la bondad, importancia y trascendencia de nuestras ideas. Deberíamos sugerir identificar las relacionadas con el “reciclaje” porque todos necesitamos transformar nuestras concepciones mentales sobre el medio ambiente y contribuir de modo más inteligente a sostener un planeta sano en con una mayor calidad de vida, para nuestros descendientes.No es suficiente con reciclar. Por lo que el libro invita al lector a cuestionarse su relación con el medio y a actuar conforme a ello. El primer paso consiste en analizar los hábitos de consumo, asumir el impacto de nuestros comportamientos. El siguiente: actuar.
Goleman alude en su libro a lo que él denomina la “ignorancia ecológica” y a la educación, como ideas clave que explican la pasividad ante este tema. Conocer las implicaciones de ambas, su relevancia, resulta de vital importancia.
Goleman alude en su libro a lo que él denomina la “ignorancia ecológica” y a la educación, como ideas clave que explican la pasividad ante este tema. Conocer las implicaciones de ambas, su relevancia, resulta de vital importancia.
Tres son los principios personales de acción que se deben seguir:
1. Conocer los impactos ecológicos de tus acciones.
2. Promover las mejoras que se proponen para reducir los impactos ecológicos.
3. Compartir lo que vas descubriendo sobre estas cuestiones.
2. Promover las mejoras que se proponen para reducir los impactos ecológicos.
3. Compartir lo que vas descubriendo sobre estas cuestiones.
El objetivo de estos principios es ir desarrollando actitudes, hábitos, modos de sentir y de pensar que vayan construyendo la conciencia de ser parte integrante y activa de un gran ecosistema.
“Inteligencia ecológica” no rehúye lo complicado del problema ni lo laborioso de la solución. El intrincado y globalizado sistema económico hace que “cada proceso de producción tenga centenares de puntos vulnerables de ser contaminantes”, lo cual hace difícil el control, pero también infinitas las posibilidades de acción.
Anexos:
Inteligencia Ecológica: Colaborar para sobrevivir en tiempos de incertidumbre
El último libro, Inteligencia Ecológica, amasa algunas de las ideas que más me han ocupado y entusiasmado en el último tiempo. Principalmente la de por qué el patrón de la colaboración es clave en el mundo de las organizaciones de hoy y futuro, y cómo hacer para que éste se convierta en una práctica incorporada en aquellas. El título del libro podría llevar a pensar que Goleman nos hablará desde una sensibilidad medioambientalista, sin embargo, siendo así en parte, no lo es en el fondo. No es un libro ecologista, es un libro que nos invita a reflexionar sobre el mundo que emerge y el impacto que éste tiene para la forma en la que nos organizamos y convivimos en las organizaciones. El viejo paradigma de la administración y de la teoría de organización, que podríamos ilustrar con la visión de las áreas funcionales de la empresa, no nos sirve para entender y actuar en un mundo que se ha hecho mucho más dinámico, incierto, frágil, interdependiente y complejo. ¿Qué nos dice Goleman de ello?. Para comprenderlo no es suficiente una mente. Esta no es capaz de integrar toda la información que se requiere para hacer inteligible una realidad, por lo que se requiere el surgimiento (emergencia) de la inteligencia colectiva, como la de los insectos sociales, la que sólo es posible mediante la colaboración. Esta actividad es tan humana que está en nuestra genética, pues ha sido uno de los patrones que la selección natural a premiado, en tanto nos ha permitido la sobrevivir y ser más fuertes como especie.
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